viernes, 20 de noviembre de 2009

Ella aún me tenía entre sus manos…


[Fotografía]

Juan López.

Alfredo está sentado frente a la ventana de su biblioteca. Observa que en el exterior unos tipos jalan una botella de ron y gritan samaqueandoce de forma abrupta. Afuera, una leve llovizna se hace cargo de diluir a la pesada noche oscura. Alfredo, absorto por dicha oscuridad, coge la copa de vino que descansa sobre el estante y piensa en aquella mujer de velo negro y rostro desvanecido que se aparece en sus sueños en los últimos días.

Él aún no puede construir una imagen clara de aquella mujer en sus recuerdos. Si existió, él no lo sabe o, al menos, intenta no saberlo. Mientras cata cada sorbito de vino, su mirada se pierde en la vieja fotografía en sepia de su difunta mujer que lo mira fijamente. Alfredo se estremece porque siente que esa mirada lo persigue y lo inquieta tanto que decide descolgarla y meterla en lo más profundo del ático.

Vuelve a la biblioteca y lo recorre cuantiosas veces. Piensa en lo desgraciado que estaba siendo su vida en ese lugar. Luego, atraído por un pequeño retrato, se lanza sobre un sofá de estilo colonial y se deja vencer por la pesadez de su cuerpo. Levanta muy despacio su mirada que se fija directamente hacia una fotografía, también en sepia. En ella su mujer lo observaba detrás de un velo negro, rodeada de rosas. Su rostro era muy difuso.

La casa a esa ahora estaba en completo silencio. Una fina brizna de neblina se cuela por entre la ventana. La foto se humedece por el vapor presuroso de su respiración. La cara de la mujer se disipa. Alfredo coge la foto y se da cuenta que es la misma imagen que ha soñado enumeradas oportunidades. Lo detesta.

El temor de sentir que esa fotografía le puede ocasionar algún daño sicológico, le hace determinar que es mejor desaparecerla. Rompe el retrato y exhuma la foto. Lo desgarra en muchos pedacitos los cuales introduce dentro de la copa vacía. Luego llena la copa con vino tinto, el cual hace flotar cada minúsculo retazo de la imagen de su mujer. De un trago se bebe el vino y, sin pensarlo dos veces, se traga la fotografía. Observa a su alrededor; un ruido muy leve se esparce y lo hace temblar. En eso, como un acto endemoniado, en cada rincón aparece una fotografía de su mujer que le dice que fue en vano el intento por eclipsarla de su vida. Ella aún lo tenía entre sus manos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario